sábado, 1 de septiembre de 2012

NEUMAHERMENEUTICA Y SANCOCHO CIBAEÑO

El texto bíblico tiene su propia personalidad, lejos de su autor humano, quien ha quedado sepultado en la tierra y reciclado en el recuerdo, lejos de la finalidad, pretexto, motivaciones, que han quedado sintetizadas en personalidad textual, es decir en el carácter asumido por el texto tal como Gadamer lo vería, aparte de todo eso, él tiene vida, porque la palabra es viva y eficaz, tiene palpitación neumática, del Espíritu. Es el Espíritu y no el de Hegel, sino el de Dios quien respira y habla en un texto vivo, llamado la Biblia.

La realidad de la comunidad de fe, la congregación donde el Verbo, Jesús, prometió estar presente siempre, también tiene vida, la humana de los participantes y la del Espíritu Santo o Espíritu del Señor Resucitado, lo mismo que la ministración orientadora al conocimiento de toda verdad.

Sintetizando, el Espíritu de Dios está presente en la Escritura al tiempo que en la Realidad saturada por la Fe.

Interpretar un texto,  hermenéutica bíblica, no es gastarse las pestañas estudiando griego, aunque esto es muy rico además de hermoso. Pero, la idea de que la interpretación verdadera es la que arroje la gramática, es una idea arduamente discutida y dejada en el pasado. Es solo una parte del ejercicio y a veces no hay tiempo ni recursos para hacerlo.

La comunidad de fe,  celebrante de la liturgia del Espíritu, también recibe al texto, como palabra viva,  con el aderezo  de los exégetas, que bueno sería eso, pero no siendo siempre así, ella, la comunidad de fe, la iglesia, el pueblo de Dios, es iluminado por el mismo y único Espíritu Santo para discernir, entender y comprender esa palabra textual viva. Eso es parte de la hermenéutica del Espíritu.

La gente se goza, entiende, celebra. vive desde su religión y cultura  las cosas del Espíritu y otras  que tal vez sean sólo costumbres, particularidades, localidades étnicas o familiares  de las reacciones o pretextos propios de los grupos con historia de significados y estilos sociológicos.

No hay interpretación sin condicionamientos filosóficos, precientíficos,   doctrinales, personales, culturales en general.  No existe nada "puramente puro" porque somos seres con contexto, urdiumbre, condicionamientos y cosmovisiones heredadas, no del todo comprensibles aunque profundamente entendidas, animadas y saboreadas desde una fe que le ayuda al ser humano en situación a vivir, sobrevivir y querer trascender en el día a día y más allá de las estrellas.

Quiero decir con esto que la hermenéutica del Espíritu es algo con sabor a pentecostal, a tierra y cielo.

 El pentecostalismo nace como una respuesta a lo real, a la gente de abajo, por lo tanto sabe a barro  con una dimensión popular de lo espiritual, o sea que sabe a cielo, como el que tiene un sancocho cibaeño o un chen chen del sur. Sabe a su pueblo y a la forma en que siente el cielo ese pueblo.

 Somos pentecostales no otra cosa, creemos en la hermenéutica del Espíritu.

Hermenéutica que ha trascendido los bajos niveles de vida social, para ser instrumento de valor en todos los niveles  de la vida social, fenómeno tildado como neopentecostalismo, carismatismo, avivamiento, como quiera que se le catalogue es lo mismo: vigencia de un texto, predicado, hablado, vitalizado por el Espíritu de Dios, respondiendo a las realidades y necesidades humanas: NEUMAHERMENÉUTICA O HERMENÉUTICA DEL ESPIRITU., patrimonio pentecostal, recurso metodológico para toda la familia de la fe.


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