jueves, 26 de julio de 2012

EL PRIVILEGIO DE SER ANCIANO




Las personas por lo general tenemos miedo a ponernos viejos, tanto por la cercanía de la muerte como por los desagradables ajustes físicos y sociales que esta etapa de la vida requiere.

La sociedad moderna en algunos países ha comenzado a revisarse en cuanto a la necesidad de empoderar esta fuerza representada en los mal llamados viejos. Hoy se prefiere la denominación de adultos mayores, portadores de idenficaciones especiales, privilegios de transporte, atenciones todas ganadas previamente en el pasado por los cuidados provistos por este sector en la construcción de la vida de dicha organización humana. Un sentido de justicia y de gratitud.

En la Biblia aparecen conceptos asociados a la ancianidad relacionados con la autoridad que estos tenían en el pueblo ,  expresada por ejemplo  en el gobierno mosaico o posteriormente en la simbología del presbítero o anciano,  encargado de las comunidades de fe.

 Pero, la imagen que me interesa explotar no se centra en esos ejemplos sino en la metáfora profética de “anciano de días” para  una posible  comprensión teológica y filosófica  de la ancianidad para nuestros días, que provenga  de la visión del profeta Daniel sobre Dios plasmado en forma de anciano venerado sentado en su trono de juez, con vestiduras tan blancas como la nieve, que en el Apocalípis pasa a ser identificado con la figura del Hijo del Hombre,  ὄ ὑιὸς τοῦ ἀνθρῶπου en griego, en arameo, bar nasha  para referirse  a la síntesis de "lo mejor y sobrenatural del hombre", en última instancia identificado con Jesús el Cristo,  por los relatores mesiánicos y apocalípticos. Pero, dejemos estos detalles a los especialistas.

Nuestro punto es que el anciano representa a" lo mejor de un hombre", a "lo mejor" de una sociedad, a lo que ésta considera" lo mejor".

Una sociedad expresará "lo mejor" de ella en varios indicadores, lo político, educación, salud, vivienda, pero realmente "lo mejor" se indicará  como referencia a lo que es de mayor calidad concentrada,  los ancianos.

El trato que una sociedad dé a sus ancianos reflejará la calidad humana de esta forma de organización.


Si las futuras generaciones crecen viendo la indiferencia y marginación hacia los ancianos, ellos sin duda llegarán a ser gente despreciable, en su manera de pensar, sentir y actuar.

Salud de calidad, para ellos,  buen trato, empleos con horarios  adecuados a su edad todavía productiva, estímulos, valoración, pensiones, recreaciones privilegiadas, movilidad garantizada en los espacios físicos y geográficos, respeto y veneración  es algo que proviene de una imagen visualizada por el profeta en las esferas celestiales en la imagen blanca de anciano de días,  pero que apunta a las situaciones más concretas de esta sociedad no siempre justa hacia sus padres, abuelos y antepasados.

Si el anciano de días de Daniel es el mismo hijo del hombre joven, en la obra de  Juan de Patmos,  así también, los hombres de hoy pueden captarse mediante estas metáforas como los ancianos de mañana, lo que los tendría que llevar  desde ahora a tratarse bien a sí mismos en la persona del anciano,  dando un trato privilegiado  a los mismos.

Una teología del Anciano de días y del Hijo del Hombre, es la misma moneda de dos caras, en donde la categoría de anciano recobra toda su gloria y dignidad en el relevo generacional, en la figura vigente del Hijo del Hombre,  que lo dignifique y le reconozca el valor privilegiado de las blancas canas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario