jueves, 5 de julio de 2012

Descubriendo la partícula del diablo




Como una enorme noticia, comparada con la del genoma humano en la biología genética, aparece en todos los periódicos del mundo, el posible descubrimiento de la mal llamada "partícula de dios" que coincide con el bosón de Higgs  y  buscada por la física durante muchos años.
Nos debemos alegrar por esos descubrimientos científicos.
El cristianismo evangélico debería celebrar esos acontecimientos de la ciencia verdadera, porque su esencia es consistente con el principio evangélico de que verdad nos hará libres.
En el plano de la fe, el hombre tiene acceso a verdades consideradas reveladas para los creyentes como el logos,  la luz que nos visitó iluminando las tinieblas, el Dios creador convertido en carne, materia, criatura, hijo, Jesús, alfa y omega.
Esa es para el creyente la mayor y plena partícula de Dios, tan visible, tan tangible en cada ser humano redimido en su "imagen dei" ,  tan cercana y tan ignorada.
Ese descubrimiento no ha llegado a iluminar los corazones de la humanidad, el de la partícula humana de Dios a quien no vemos, hasta que amemos al prójimo a quien sí tenemos a nuestro alcance, según nos enseña Juan, el discípulo amado en sus escritos.
Lo que sí descubrimos a diario es que el ser humano se ve más tentado a gustar la partículo del diablo que la de Dios haciendo la guerra, estafando, matando y robando, violando, salvando bancos y no a personas, y adorando los ídolos posmodernistas del placer y la prosperidad sin alma, fomentando la corrupción, la venta de gentes, el terrorismo, el aborto y el reino de este sistema asqueroso en el que estamos empantanados.
El cristianismo evangélico tendrá futuro, si es capaz de producir nuevos descubrimientos de cómo presencializar la partícula de Dios contenida en las Escrituras Sagradas  a los nuevos  hombres de nuestro tiempo.

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