viernes, 12 de octubre de 2012
El matrimonio requiere de acidez
Jesús asistió a una boda y allí hizo un milagro, convirtió el agua en vino.
Este gesto podría ser un gran mensaje sobre lo que es el matrimonio.
Así como el vino sufre un proceso antes de llegar a los barriles y luego a la boca del que lo degusta, así también debería suceder con la pareja en el matrimonio.
La uva es triturada, sufre por fermentación, logrando un nivel de acidez apropiado y si todo sale bien, llegará a ser un delicioso producto , como la bebida de las bodas de Caná.
Comprensión, amor, felicidad, se ponen en primer lugar en muchas charlas sobre lo que debe ser el matrimonio. Pero, este es un orden de cualidades equivocado. Comunicación y armonía no es un punto de inicio sino de llegada dentro de un largo y mortificador proceso . Hay que pagar un precio doloroso para llegar hasta esos puertos hermosos de los vinos de Caná.
El matrimonio es una especie de tinaja, conteniendo a la pareja, donde uno crece, sometiéndose uno a otro y no esclavizándolo, sujetándose a algo que está por encima de ambos , a esa entidad llamada matrimonio, medio usado por Dios para procesar nuestras almas, darle continuidad a la creación y hacernos personas no más felices quizá, pero sí más profundas, sabias, amorosas y satisfechas interiormente.
El matrimonio es un hermoso instrumento de crecimiento, santificación y producción de frutos de buen sabor.
La idea infantil de buscar a otro para casarse porque éste me hará feliz es irreal. Abrazar el estado de matrimonio siendo conscientes de que se trata de una herramienta para producir buen vino, es una excelente y acertada metáfora.
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