viernes, 23 de mayo de 2014

El morbo del poder

Lo morboso es anti-fóbico . No tiene miedo al poder el que gusta del mismo, todo lo contrario tiene un apego entusiasta, enfermizo. Hay quien busca el poder porque es un enfermo y también quien después de ejercerlo se enferma de la mismo, del morbo por el poder. Los fóbicos del poder se mantienen alejados, pero los igualmente mórbidos se mantienen alrededor del que lo ostenta por la vía que fuera.
Las sociedades se organizan en torno a intereses y los mismos funcionan a través de elementos sistémicos y estructurales como lo es el poder. Siempre ha habido este tipo de relaciones desde el comienzo de la historia humana. El ejercicio del poder es un tema de la político, pero la legitimidad del mismo apunta hacia lo filosófico, axiológico, teológico y hasta teogónico, Siempre el poder requiere de unos dioses que lo avalen, legitimen y amenacen a los demás con temores de ultratumba si no se someten a lo que llaman poder natural, poder querido por la divinidad, poder delegado.
Y la religión ha sido la principal fuente de validación de los poderes y sus acciones muchas veces en contradicción flagrante, cuyas huellas y cicatrices no requieren de más evidencia en la historia social y humana.
Las izquierdas ateas recurrieron a otros conceptos filosóficos para justificar sus horribles crímenes, mientras que el fascismo era apadrinado por el catolicismo y las violencias de Calvino por la teología reformada. Siempre los gobernantes han buscado sus sacerdotes.

El asunto de nuestra reflexión consiste en afirmar de manera hipotética que en la justificación del ejercicio del poder, siempre injusto, mucho menos en las sociedades que cuentan con un estado de derecho funcional, pero siempre opera el poder oculto, discriminatorio, corrupto y corruptor, volvemos a decir, que en esos ejercicios de justificación opera desde una morbosidad que requiere a su vez seres humanos igualmente morbosos. O sea, siempre ha habido gente entusiasmada por tener una cuota de poder, sólo por el sádico deseo de sentirse por encima de los demás, posiblemente por el mismo sentimiento de inferioridad que nos produce la convivencia humana y las amenazas de no alcanzar la comida, la seguridad, miedo a la enfermedad sin apoyo, a la soledad del desprotegido socialmente, y finalmente a la muerte a la cual todos vamos a llegar, poderosos y no poderosos.
Entonces que diremos, parafraseando a la carta del Apóstol Pablo a los Romanos, que todo ejercicio de poder es morboso, que todo ejercicio de los cargos tanto en la empresa privada como en la pública está teñida de esa infecta situación. Qué diremos , que mientras ese poder se haga funcional, pragmático y sus resultados alegren a los que tienen aún más poder en la jerarquía institucional, tendrá respaldo. Y qué decir del poder de la sociedad civil, que es otro morbo pretendiendo ser los agentes de los derechos de todos pero expresado en O.N.G. que buscan de forma oportunistas bajo los lemas de enormes causas a la vista dignas, constituirse en un poder que use el morbo de la llaga herida del pobre, del ulceroso, del sidoso o del hambre de los demás. Nos decía hace algún tiempo un religioso, que era necesario usar la pobreza para abrirse camino y conseguir el financiamiento de parte de países y grupos ricos, siendo la verdad que una parte se queda en las arcas de algunas instituciones.
Qué diremos que todo poder está teñido de ese morbo. Sin duda alguna creemos que sí. Esto es humano e innegable.
Por una parte el mundo rico trata de limpiar su conciencia con la causa pobre y sus intermediarios morbosos por medio de las O.N.G. limpian, lavan estas conciencias y obtienen como resultado ganancias que se van quedando en el tren burocrático, sino corrupto, ideológico, o tramposo de sus dueños, generalmente gente metida y entremetida en la política. O h mundo tan mundano, dirían los místicos revolucionarios que siempre han tratado de buscar de Dios alejándose de los poderes de esta tierra.
Qué diremos, que el mundo es político y por ende morboso, por su puesto que sí. Esa es la realidad pringada de excepciones que sin duda son silenciadas aparentemente pero se convierten en temas incómodos que terminan afectando la historia. Gandhi es un claro ejemplo de ello. La India quizá siguió tan pobre o más, tan llena de poderes diversos y morbosos, pero después de este hombre el mundo entero no ha podido dormir tranquilo. Fue creador de una nueva conciencia.
L a enseñanza del Señor de Galilea, tomando una cubeta y lavando los pies a los discípulos y dando su vida para rescatar la humanidad, marcó el mundo. Desde allí todos los humanos que han conocido su nombre han tenido que pegar en esa piedra de tropiezo, convertida por muchas iglesias no solo Roma, en un producto morboso para dominar a los demás y sacarles el dinero de sus entrañas. Hoy lo vemos todos los días en la televisión de los tele maratones. Intento no lejano a los que quisieron convertirlo en el Che Guevara de la teología de la liberación forzando su perfil hasta llevarlo a asumir luchas políticas muy extrañas a su perspectiva. Otros queriendo convertirlo en un defensor de los derechos de aquí y de allá, con los mismos nombres de Jesús el Cristo con que en algún momento se perseguía a los herejes y se quemaban brujas. La enseñanza del hombre de Nazaret ha trastornado la historia dejando no solo una teología lejana a él, ideología justificadora de la morbosidad religiosa sino un auténtico sentimiento, que se llama el amor ágape, el servicial, el oblativo y sacrificial. En otras palabras la posibilidad de un ejercicio del poder desde el servicio y amor. Parece romántico, pero no por eso imposible. Parece romántico y no por eso fuera de lo humano. Mucha gente se casa porque ama, no porque haya calculado la cuenta bancaria del otro, buscando el poder morboso del poder del dinero o disfrutando del poder sádico de una relación sexual, que pudiera ser un acto, un símbolo, una satisfacción y realidad llena de generosidad mutua.
Qué faltará para que el ser humano de un salto y pueda separar el poder de la morbosidad. Cuando estará sobre esta tierra o una nueva tierra, un nuevo ser humano que no justifique en nombre de Dios ninguna revolución violenta, ningún sistema opresor, ninguna relación de subyugación. Utopía . Si el hombre tiene utopías es porque ve posible algo mejor. Así lo buscaron los revolucionarios socialistas que imaginaron el ideario comunista. Pero, cuáles son los medios. Alguien muy amigo me dijo que la guerra era parte de la política y que si era necesario reventar un poco de gente para que existiera una mejor social habría que hacerlo. Pero, no existirán otros métodos, cuánto tiempo duraremos ejerciendo el poder morboso hasta lograr ver la posibilidad de una sociedad de servicio más amable. Lo grave del asunto es que a través de la ilusión nos hacen ver posibles utopías, mediante actos sencillos de consumo que lo único que producen es obesidad, no sólo física sino del ego. Obesos de morbosidad, hinchados por el poder. Basta con darle un carguito a cualquier hijo de hombre, a cualquier hombrecito de la calle, para que busque a otro más pequeño que él, oprimirlo, maltratarlo, abusarlo como dice una bachata de grata memoria por su autora, y de esa forma esa hombrecito sentirse más fuerte frente a ese otro hombrecillo. Así que no solo es un asunto de la relación patrón obrero sino de la relación del hombre con el hombre, menos machistamente , del ser humano con el ser humano.
Pareciera que todo se reduce a buscar a alguien a quien oprimir para celebrar el rito de sobrevivir, es simbólico, como también lo es el dinero, que a su vez es canjeable por plátanos y Coca Colas en la tienda de la vida económica, sólo que esta vez, ese símbolo se intercambia por privilegios, por limosnas, por tiliches que los que tienen algún poder mayor y más estructurado puede ofertar por cada acto vandálico de ejercicio morboso del poder. Esto no sólo se ve en el mundo de la mafia organizada, sino en cualquier barrio comandado por un cacique, o en las grandes transnacionales y en la gestión de países ricos, países pobres y países intermediarios.
En todo lado la morbosidad, hasta y sobre todo en las iglesias.
Solo Jesús mi Dios y gente como Gandhi y otros anónimos, aún en la estructura formal, como la recordada mujer de Calcuta, son símbolos de algo diferente. Me gusta esa diversidad, la de aceptar que hay seres humanos precoces en la evolución espiritual, llenos de gracia como María, lo digo sin ser católico, aunque quien deja de serlo del todo, la que llamarán bienaventurada todas las generaciones o las de un Juan el Bautista del cual el Nazareno dijo que no había hijo de mujer más grande en esta tierra que ese que comía empanadas, traducido como grillos, y miel silvestre, una voz que salió de las cuevas monásticas y cansado comenzó a ser la voz que clamaba en el desierto. Cuántos hoy están clamando en el desierto, quizá sean pocos, pero los encontramos en el camino, haciendo el trabajo grano a grano, tal como se llena la gallina el buche, en este caso el buche de una imaginación santa, la posibilidad de un Reino de servicio y amor.

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