La mayoría
de las religiones hablan de un despertar, sea de la conciencia, del estado de oscuridad, pecado, ignorancia o inconsciencia.
Si leemos
los evangelios con paciencia encontraremos a un mensaje centrado en el
despertar de una dimensión muy específica, el
Reino de Dios.
Despertar
hacia el reino de Dios implica nacer de nuevo, o sea un cambio interno, pero en
la manera de ver la vida, no encerrado en el egoísmo sino en el Reino de
parábolas especialmente.El Buen Samaritano tiene el reino y no es un judío,
sino un samaritano con misericordia. El Reino lo tiene una vecina barrendera
que encuentra un dólar que se le había perdido.Los discípulos tienen el Reino
porque encontraron a Jesús y nunca habían estudiado cristología.
No hay
nadie, ni lugar alguno en esta tierra, sin problemas internos o externos.
Entonces el
reino no es ausencia de problemas, en absoluto. Personas conflictivas como Pedro
tienen el Reino. Está despierto, no tan iluminado como lo buscan algunas religiones, sino simplemente alegre de no estar como antes. Con algo nuevo. Eso es
el reino, algo nuevo. Buena Nueva.
Despertar y
entrar en el Reino es una forma nueva de
ingresar al mundo real problemático. Meterse a fondo en el sufrir humano, con
una oración sin traumas teológicos. Eso es parte del Reino.
La iglesia como comunidad de fe es una familia de gente alegre, que introduce el gozo y el sentido del amor en un mundo personal, familiar y social con montones de problemas, pero que van cediendo frente a una fe poderosa que tiene su corazón en el Reino, en Jesús, en el Espíritu, en la alabanza y la acción coherente con la justicia y la ética cristiana.
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