domingo, 10 de febrero de 2013

El vapor como antídoto del mercantilismo religioso de la modernidad económica



El reconocido politólogo y académico francés Gilles Kepel, (“la revancha de Dios”), uno de los mejores analistas a mi criterio, (sólo superado por Ronald Obaldía de Costa Rica, según mi humilde punto de vista),  que con su discutido pensamiento plasma la antítesis de la tesis de Martin Buber, en donde el magnificado eclipse de Dios buberiano, no es tal, sino solamente una sombra y como tal sospechosa de otra realidad más crónica, constatable y determinante en el proceso político religioso de los pueblos y en la conciencia como tal de los sujetos de la historia,  El ateísmo y la securalidad juntas de la mano, en el festín de las ideolgías tanto del este como del oeste, terminaron  observando el ocaso de la eclipsación de lo religioso y la aparición de un nuevo ángel de la historia, ahora más cósmico, político, sensual, sobrenatural, mercantil y psicodinámico: la religiosidad de lo posmoderno.
La modernidad fallida, le quedaba una sola apuesta y como siempre en la declinación de lo establecido, se apuesta a la búsqueda del nomos de los sobrenatural, de lo estético antes que lo ético, y de una gnoseología que pueda ser enlatada en una sabrosa Coca Cola, para este siglo neo-psicodélico. La relgiosidad psiconeuroseminal de la nueva etapa de este mundo ayuno de ideología, saturado de corrupción y enervado por las adicciones viejas, renovadas bajo una neopublicidad sin límites, basada en la imagen mucho más en que la conceptología estructural, un escenario para el análisis desde hoy que pudiese hacer un Marcuse o un Fromm, visionarios de la mole futura del hombre por venir.
En ese transitar de la posmodernidad, los caminos locos de la psicoevación no coinciden necesariamente con la búsqueda auténtica por llamarla así, de un espíritu genuino, de un cambio real, fuera de la ideología, promovido desde la juventud que trabaja, estudia, se prepara, no quieren saber de marxismo aunque no desprecian a Marx, no desean saber de catolicismo aunque siguen el espíritu del santo de Asís y de la mujer buena de Calcuta, que no se imaginan un protestantismo sin Luther King, ni una india ideal sin la figura del Alma Grande, que busca algo diferente y a la vez proyecta un escenario muy amplio en que las fórmulas nuevas, des.etiquetadas del interés propio del mercado, o de las imposiciones de los fundamentalismos, constituye el nuevo espíritu absoluto de Hegel, que el marxismo ha tenido que volver a poner patas para abajo, después de haberlo invertido en la vieja fórmula del análisis soperestructural. O sea lo ideológico en este caso,el viejo opio despreciado, viene a ser no una superestructura refleja de una economía productora de la idea, sino una fuerza en marcha capaz de crear una nueva sociedad todavía no realizada pero que comienza ya, en la marcha convocada por millares movidos por solo un sentimiento. Eso en una vertiende, digamos antisistémica de gente del sistema, especialmente la generación joven. Pero cabe la otra vieja modalidad, la de la tendencia inmunológica, la que queda del viejo modelo, que reinó durante la guerra fría en el paradigma ataque y defensa. Ambos sistemas bailan hoy juntos sabiendo que el segundo dará paso al primero, siguiendo la vieja ley del siloismo de la superación de lo viejo por lo nuevo, de la evolución de todas las cosas contra el cual es suicida oponerse, así las cosas como diría mi amigo, el pensador José Rafael Quesada, lo religioso viene a ser no el eclipse sino el sol por donde girarán los eventos del futuro.
La tesis del 91 de Kepel, ya no necesita ser profetizada, está ahí por todo lado, girando alrededor de tres grandes religiones en lo político, económico-escatológico, el islam, el cristianismo y el judaizmo. Hans Kung en sus reflexiones lo percibió esto en el paradima de ecumenismo, hoy más allá de ese tipo de ecúmene de bloques religioso hay uno de índole social y mercadológico y su sol aglutinante, dinamizante es nuevamente la religión en cuanto espíritu vivo, Espíritu Santo o espíritu hegeliano rebautizado en la cientología cósmica, tomando lo cósmico en el sentido neo-teihleriano de Jorge Papanicolao; cristología cósmica como reflexión de la nueva teología cristológica en este siglo.
La iniciativa de la conciencia constructa de lo social, aborda la religión no desde afuera, sino desde las entrañas de la religiosidad tradicional, desentrañando la metáfora, dando paso al valor útil de la fe, las motivaciones transcendentales y la estética dentro de una ética, no necesariamente de situación, al estilo de J. Robinson, sino de la posibilidad de vida orgánica, neuronalmente entendida en su esquema paradigmático, para todos, donde ecología, dones del espíritu, feminidad, alteridades, modalidades y complejos sistemas justificadores de preferencias y opciones viene a ser parte de un cúmulo orgánico vivo, palpitante, que apunta hacia visualizaciones evolutivas, empujadas en las reflexiones subterráneas con la teoría de la incertimbre, la antigua concepción de la posibilidad de entropía y la realidad de una miseria injustificada y una opulencia suicida. De allí, encontrar una terapia salvadora para el sistema y el individuo, esto es una nueva forma religiosa de placenta cultural ancestral, tanto en oriente como en occidente y en ambas a la vez. Un nuevo cristianismo, un nuevo islamismo, un nuevo judaizmo podría ser útil, pero no todos los enfoques o tradiciones se permiten a sí mismos permeacer, lo que produce la existencia de un ecumenismo, que no requiere ya de esa nomenclatura violada, sino de una mega y virtual religión que anime la historia en estos momentos de crisis y crecimiento. No la superreligión denunciada por  la apocalíptica que mira la llegada de un anticristo, sino un megasentimiento, una especie de vapor saludable, un pulmón trascendente, lo que no puede dar la ideología, ni mucho menos una dictadura aunque fuera izquierdista o en el peor caso derechista, sino una emoción unificadora, quizá llena de paz, fuerza y alegría como la enseñaran los comunitarios del desarrollo y equilibrio del Ser Humano, pero con Dios, no sin Dios, porque si bien no todos los conceptos de Dios han sido seguros, el sentimiento practicado y testificado por ej.en Jesús de Nazareth, siguen con vigencia para tomarlos como vehículos, como los carros de fuego del profeta Elías, para conectar el cielo con la tierra, para traer lo sí seguro de Dios, encontrados por supuesto en el corazón de la imagen dei, que es el hombre ejecutando la fuerza de la solidaridad, la reciprocidad, la compasión y la esperanza. Como un vapor, no como líquido, ni como sangre por ende, sino como pneuma.
Ese pneuma como seguridad de Dios y no como dios seguro, ni como la muerte de dios en Friedrich Wilhelm Nietzsche, sino como pneuma y en cuanto tal identificable con la experiencia pospascual de un cristianismo que se reinventa, sólo por ponerlo como un ejemplo. La aparición de nuevas idealizaciones, o nuevos movimientos religiosos, nuevos mitos como diría Elíada M, también es posible pero no tendrían a su favor la ventaja de la antigüedad, de la introyección generacional., pero en todo caso serían posibles como alternativa teórica y experimentación progresiva. Ver el crecimiento del siloismo en el mundo, da una señal de que movimientos parecidos están en la palestra de la posibilidad, pero las tres tradiciones mencionadas, tienen una vigencia poderosa como las cucarachas en los ecosistemas.
La destrucción de los dioses modernos, al igual que en tiempos proféticos pueden ser posibles, gracias a este nuevo espíritu de autenticidad. El dinero, el mercado, sus evangelistas, los periodistas y los medios al servicio de este dios económico, sus templos o banca comprometida con el lavado de todo, los sacerdotes o banqueros asociados a la operación de sacralizar hasta los capitales viajeros, los becerros de oro, el capital desalojado al trabajo, estos son los dioses no seguros, por eso Mario R.Cobos, el filósofo argentino, quizá diejra en un momento que “dios es algo no seguro”, porque es falso si representa solo la inseguridad vital de un capital que requiere ser sacralizado porque en el fondo es contradictorio, no es humanitario y por tanto antihumano, en su pretensión de ser adorado.
El fanatismo, la intolerancia, el tradicionalismo y legalismo a ultranza es parte de las sombras de este proceso neuro-inmunológico desde el punto de vista social. Por una parte es atacado, pero por la otra es transformado. Un ejemplo son los jóvenes que buscan renovación, con otros conceptos algunas veces revolucionarios, otros prudentemente neuroeducacionales, que aún dentro de sus instituciones monolíticas, representan un espíritu más de vapor, más amoroso, más transformador y feliz.
El dinero da seguridad pero es inseguro. La secta da seguridad mediante la crueldad, pero es insegura. Las tradiciones tienen historias criminales y no son seguras. La posmodernidad da seguridad pero es aparente. Las búsquedas estimulan a los fraudes religiosos, y son muchos. Pero, al mismo tiempo la  espiritualidad que busca sinceramente, el ideal revolucionario sano, el nuevo nacimiento no antihumanitario, el vapor saludable del amor con estética y ética que busque la superación del sufrimiento, la predica de una esperanza basada en una resurrección transformadora, son más allá que dogmas, vapores, sentimientos, identificación de lo humano y divino, el acercarse a un Dios seguro. Y discernir esto , en medio de un complejo mundo a punto de estallar guerras injustificadas, es difícil, pero podría ser más posible, una vez que lo inevitable aparezca, no solo de forma destructiva, anárquica o entrópica, sino con un mensaje, el mensaje, tan sencillo y poderoso como el de JESUS DE NAZARETH.


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